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La Vanguardia
“Lo último que necesita China para mantener su enorme ascenso es meterse en una competición militar con Estados Unidos”, dijo ayer en Munich el vicepresidente de Estados Unidos, Joseph Biden, cuya administración anunció en noviembre un impresionante rearme aeronaval en Asia Oriental. Biden se mostró confiado en que la tensión que el giro asiático de Washington genera en la región, ilustrada por los frecuentes incidentes entre aviones y naves chinas y japonesas, no degeneren en un conflicto que podría colapsar la economía global, pero advirtió que, “el Mar de China”, como se conoce en Pekín el área alrededor de las islas, “no es de China”.
Esa fue la respuesta de Biden a una pregunta sobre el segundo gran foco de tensión militar que se está abriendo en Asia, sumándose al hervidero sirio en Oriente Medio, en un mundo económicamente en crisis para el que cualquier resfriado militar podría ser fatal.
El Presidente Obama anunció en noviembre que el 60 % de la marina de guerra de EE.UU se desplegará alrededor de China. Se enviarán seis portaviones, más submarinos nucleares, medios antisubmarinos y de guerra electrónica. El despliegue incluye escudos antimisiles “contra Corea del Norte” que, como el europeo “contra Irán” en el caso ruso, en realidad están orientados a anular el modesto arsenal nuclear chino. El refuerzo incluye también el regreso de los bombarderos estratégicos a la base de Guam y la reconstrucción de las alianzas militares con los países de la región, cuyo puntal es la alianza militar con Japón.
China ha dejado muy claro que no tiene intención de dejarse encerrar en los límites que estipula la tercera Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, UNCLOS por sus siglas en inglés.
Esa convención adjudica estatus de “zona económica exclusiva” a las zonas marítimas situadas entre 370 y hasta 650 kilómetros alrededor del territorio insular de un país. Gracias a su soberanía sobre todo un rosario de islas, islotes y rocas del Pacífico (Izu, Ogasawara, Okinotorishima, Minami) situadas hasta casi 2.000 kilómetros de distancia de Tokio, Japón tiene derechos sobre una enorme “zona económica exclusiva” marítima de 4,5 millones de kilómetros cuadrados, la novena mayor del mundo. China, cuya fachada litoral es mayor que la japonesa, sólo tiene 880.000 kilómetros cuadrados y ocupa el puesto 31 del mundo entre Maldivas y Somalia. UNCLOS encierra literalmente a China en su fachada litoral, lo que explica la nueva beligerancia de Pekín en el pleito.
“El Mar de China no es de China, son aguas territoriales”, dijo Biden, que augura una “intensa competición” con China en la región, pero no conflicto.
Mientras en China se lanzan gestos inusitados por su energía, que llevan a algunos observadores a preguntarse si la tradicional humildad y prudencia internacional de Pekín ha pasado a mejor vida, el viceministro de exteriores chino Song Tao, le ha quitado hierro al asunto, con una batería de declaraciones formales.
“No creo que Estados Unidos y China tomen la senda de la confrontación, tienen muchos intereses comunes y China no se va a meter en una via de expansión o búsqueda de hegemonía”, dijo Song, que, como Biden, participa en la Conferencia de Seguridad que hoy concluirá aquí. “Naturalmente eso no significa que renunciemos a nuestros intereses vitales”, añadió, sugiriendo que el pleito marítimo ya forma parte de la misma categoría en la que Pekín metía hasta ahora solo a la isla de Taiwán o zonas de su territorio continental como Tibet.
En los últimos veinte años China ha incrementado sobremanera su dependencia energética de regiones lejanas, cuyo suministro le llega por vía marítima. No puede consentir ser estratégicamente encerrada en su franja litoral sin arriesgar su crematístico desarrollo.
Biden, que reconocío haber venido a Munich, “porque el presidente me manda a los sitios a los que él no quiere ir”, abrió hace cuatro años en esta misma conferencia la etapa Obama, cargada de expectativas, ahora encogidas hasta el ridículo. En febrero de 1999 Biden prometió un “nuevo tono” con Rusia, entre conjeturas sobre el fin del proyecto antimisiles destinado a anular el arsenal estratégico nuclear ruso. Cuatro años después, los rusos ni siquiera han conseguido que Washington les dé una garantía práctica de que tal escudo no se usará contra ellos.
Biden dijo entonces, “no vamos a torturar”, mencionó en ese contexto el cierre de la prisión de Guantánamo, y prometió diálogo y distensión militar. Cuatro años después Guantánamo sigue ahí, las relaciones con Rusia continuan atascadas por la Otan, enfrentadas por Siria, y en Afganistán se planea una retirada para el año que viene tras un fiasco de once años que se añade al de Irak. La firma de un acuerdo de desarme estratégico, el START, es el único resultado en ese frente.
El lastre imperial del mundo cargado sobre una sola espalda, como pretendió el antecesor de Obama, George W. Bush, se ha demostrado demasiado pesado y Washington ha regresado al multilateralismo con sus aliados europeos, en la esperanza de socializar gastos y esfuerzo militar, como ha ocurrido en Afganistán.
“Europa es la piedra angular de nuestro compromiso con el mundo y un catalizador para la cooperación global”, dijo el vicepresidente.”Créanme, seguimos siendo su socio indispensable”, concluyó.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=163271&titular=seg%FAn-el-vicepresidente-de-estados-unidos-joseph-biden-%22el-mar-de-china-no-es-de-
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