MIKEL AYESTARÁN | HERAT Jueves , 03-06-10 Tres cohetes, uno por cada día de duración de la Conferencia de Paz (jirga, según la palabra usada en lengua pastún) que abrió sus puertas a primera hora de la mañana en Kabul. Los talibanes no desaprovecharon la oportunidad y participaron en el acto inaugural oficiado por Hamid Karzai con el lanzamiento de cohetes contra la gran tienda que alberga la reunión. «¡Siéntense, nada va a pasar!», señaló el presidente al escucharse la primera explosión. Luego llegaron los sonidos de disparos y otra explosión causada por un suicida. Al terminar su discurso el dirigente pastún prefirió volver a su Palacio y dejó en manos de los 1.600 invitados la discusión de los acuerdos que puedan ayudar a la reconciliación nacional. «Todos se quedaron en sus sitios, incluidas las trescientas mujeres invitadas. Era como decir que estaban acostumbrados y que querían continuar con la reunión», señaló el máximo representante de Naciones Unidas, Staffan de Mistura. El despliegue de más de doce mil efectivos en la zona evitó que los terroristas lograran su objetivo y no hubo que lamentar víctimas, pero la tensión es máxima en la capital hasta que mañana se clausure esta gran reunión que congrega a representantes de todo el país. «Es sólo el primer paso de cara a un proceso sólido de reconciliación», señaló en una reciente rueda de prensa el representante civil de la OTAN en Afganistán, Marc Sedwill. Por ello ni talibanes, ni el resto de grupos opositores al gobierno han sido invitados. Otros líderes políticos contrarios a Karzai como Abdula Abdula, el candidato derrotado en las pasadas elecciones, sí estaban invitados pero han preferido ausentarse de un acto que vuelve a tener lugar en Kabul ocho años después de la última jirga. Reinsertar combatientes En 2002, en la misma tienda de campaña blanca que ahora, se discutía la Constitución. Desde ayer, sin embargo, discuten las medidas a adoptar para acabar con la lucha insurgente. Diferentes analistas del conflicto afgano apuntan a una posible amnistía política para los talibanes, una oferta de reinserción para los combatientes de base dándoles trabajos a cambio de que dejen las armas y hasta de la posibilidad de que se retiren algunos nombres de las listas negras mundiales. Por detrás de los grandes titulares, sin embargo, diplomáticos occidentales con larga experiencia en la región califican esta reunión como «una búsqueda por parte de Karzai del respaldo y respeto perdido tras las pasadas elecciones, se trata de reforzar al presidente ante el mal momento que atraviesa». Los talibanes reivindicaron los ataques y, según los medios afganos, ellos son también los responsables de que notables de provincias como Helmand o Khost no estén presentes en Kabul a causa de las amenazas recibidas. El grupo fundamentalista considera la jirga como «una muestra más de la injerencia extranjera» y asegura que no aceptará sus conclusiones.
abc
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