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lunes, 16 de agosto de 2010

la primera parte del programa nuclear israelí (1949-1970).


Con la creación del Estado de Israel en 1948 se dio inicio a un conflicto que perdura hasta nuestros días, entre judíos y palestinos por el control de un territorio que, aunque pequeño en espacio geográfico, es de suma importancia histórica, cultural y religiosa, no solo para aquellos dos pueblos, sino para la humanidad.Desde 1948 ha habido una serie de conflictos entre Israel y sus vecinos árabes, como Egipto, Siria y Jordania, que sin embargo no han logrado la desaparición de Israel como estado, sino más bien convulsionar aún más la región con posteriores escaladas de violencia y la consecuente creación de grupos fundamentalistas que reivindican los derechos del pueblo palestino.Aunado a esto, hay que remontarse al holocausto y a aquella sensación de vulnerabilidad del pueblo judío, que, una vez constituido como estado, puso manos a la obra para tratar de evitar un episodio tan lamentable como ese. Por lo tanto, sumadas estas dos causas, se da inicio al un plan que tiene como objetivo el desarrollo de capacidad nuclear para coaccionar de esta forma a cualquier posible enemigo de Israel. Pero al estudiar los antecedentes del conflicto y la violencia ya habitual de la zona, la presencia de armas nucleares en Oriente Medio, bien sea de una parte u otra, es un peligro latente, no solo para la región, sino para toda la humanidad.El programa de armas nucleares israelí nació a través de la convicción de que el holocausto justificaría cualquier medida que Israel tomara para asegurar la supremacía militar en la región. Por lo tanto, Israel investigaba de forma activa la opción de desarrollar armamento nuclear desde los primeros días de su fundación. En 1949, Gimmel, una unidad especial del cuerpo científico del ejército israelí comenzó un estudio geológico de dos años de duración en el desierto de Neguev buscando reservas de uranio. El programa dio otro paso adelante con la creación de la Comisión Israelí de Energía Atómica (IAEC) en 1952. Su jefe, Ernest David Bergmann, aconsejó durante muchos años al gobierno de Israel tener una bomba atómica como la mejor manera de asegurar que “nunca más seremos como los corderos camino al matadero”.Para diseñar y construir su reactor, Israel buscó ayuda de Francia. La cooperación entre los dos estados se data en los años 1950 cuando la construcción comenzó en el reactor francés 40 MWt y una planta de química en la ciudad de Marcoule. Francia era un socio natural para Israel y ambos gobiernos vieron la necesidad de una opción nuclear independiente como alternativa para poder mantener un grado de autonomía en el ambiente bipolar de la guerra fría.A principios de 1956, Francia aceptó suministrar a Israel con un reactor para la investigación, pero el estallido de la crisis del Canal de Suez unas semanas más tarde, cambió la situación en forma dramática. Después del cierre del Canal por parte de Egipto en julio, Francia y Gran Bretaña acordaron con Israel que ésta última debería provocar una guerra con Egipto para dar a las naciones europeas un pretexto para mandar a sus tropas como fuerzas para mantener la paz, de esta forma ocuparían y abrirían el canal de Suez. Durante la crisis del canal de Suez, la ex Unión Soviética hizo una tímida amenaza contra los tres estados. Este episodio aumentó la visión israelí de la necesidad de tener capacidad nuclear independiente. En octubre de 1957, Francia e Israel firmaron un acuerdo revisado según el cual Francia construiría un reactor de 24 MWt y en protocolos no firmados por escrito, una planta para procesar material químico. Este complejo fue construido en secreto, y lejos del régimen de inspección del IAEA por los técnicos franceses e israelíes del Dimona en el desierto de Neguev. Las dos etapas del proyecto, así como el secretismo, hicieron que la construcción del reactor de Dimona fuera toda una hazaña. Una nueva agencia de inteligencia, la Oficina de Asuntos Científicos (LEKEM por sus siglas en hebreo) fue creada para prestar seguridad e inteligencia al proyecto. Durante la construcción, cerca de 1500 obreros israelitas y franceses fueron empleados en Dimona.Los problemas no tardaron en surgir cuando en mayo de 1960, Francia comenzó a presionar a Israel para que hiciera público el proyecto, así como para permitir la entrada a los inspectores internacionales al recinto del reactor, amenazando con paralizar el suministro de combustible del reactor hasta que lo hicieran público. El presidente francés De Gaulle sabía que el escándalo después de las revelaciones sobre la implicación de Francia en el proyecto era inevitable, especialmente en cuanto a la planta de reforma química, que pudiera tener repercusiones negativas para la posición internacional de Francia, ya agitada por su guerra en Argelia.En una entrevista con Ben Gurión, quien era Primer Ministro de Israel en aquél entonces, De Gaulle ofreció vender a Israel aviones de combate a cambio de que estos cesaran de trabajar con la planta de procesamiento, e incluso volvió de la entrevista convencido de que el asunto estaba resuelto. No era así. En los meses siguientes, Israel trabajó sin compromiso. Francia mandaría uranio y componentes ya requeridos y ya no insistiría en lo de los inspectores internacionales. A cambio, Israel aseguraba a Francia de que no tendría intención alguna en fabricar armas atómicas, no reprocesaría plutonio, así como no revelaría la existencia del reactor, que se completaría sin la asistencia francesa. En realidad, casi nada había cambiado. Los expertos franceses terminaron el trabajo en el reactor y la planta de procesamiento químico, el combustible para el uranio fue elaborado y el reactor iba viento en popa para 1964.La primera vez que los EEUU supo de la existencia de Dimona fue después de que dos vuelos de los aviones espía U-2 en 1958 capturaron las secuencias de la construcción de las instalaciones, pero no las identificó como instalaciones nucleares hasta dos años mas tarde. El complejo era presentado incansablemente como una fábrica textil, una estación de agricultura y como instalaciones de investigación metalúrgica, hasta que Ben Gurion dijo en diciembre de 1960 que Dimona era un reactor nuclear, construido con “fines pacifistas”.Durante las dos siguientes décadas, EEUU, a través de una combinación de negligencia benigna, análisis erróneos, y una exitosa decepción israelí, fracasó en determinar los detalles del programa nuclear israelí. El 8 de diciembre de 1960, la CIA publicó un informe denunciando la implicación de Dimona en la proliferación nuclear, y la base de la CIA en Tel Aviv determinó a mediados del 1960, que el programa de armas nucleares israelí era una realidad establecida e irreversible.Además de que el gobierno de los EEUU no hizo mucho por demostrar la existencia del programa nuclear israelí, no hizo nada para detenerlo. El embajador americano Walworth Barbour en Israel durante el período 1961-1973, años claves del programa de la bomba nuclear, primero vio que su trabajo se estaba convirtiendo en aislar al presidente de las realidades que pudieran empujarle a involucrarse en asuntos nucleares, alegando: “El presidente de los EEUU no me mandó aquí para traerle problemas. Él no quiere saber nada de asuntos sucios”. Después de la guerra de 1967, Barbour incluso hizo todo lo posible tendiendo puentes de inteligencia alrededor de Dimona. Inclusive cuando Barbour autorizó mandar la información, como lo hizo en 1966 cuando el personal de la embajada descubrió que Israel estaba comenzando a poner cabezas nucleares en los mísiles, el mensaje pareció perderse en la burocracia y nunca fue tomado en serio, tampoco se tomaron medidas al respecto.La CIA creyó que el arsenal israelí no mejoraría con el tiempo. En 1974, Duckett estimó que Israel tenía entre 10 y 20 armas nucleares. La fuente de información fue obtenida de la especulación de la CIA respecto al número de posibles objetivos israelíes, y no a través de una investigación de inteligencia. Porque esta lista de objetivos era relativamente estática, la versión oficial de los EEUU permaneció así hasta los años 1980.


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