Un año después de la caída del régimen de Muamar Gadafi, los rebeldes libios se niegan a abandonar las armas y se organizan en milicias que operan fuera de todo control, pasando de ser héroes de la revolución, a responsables de todos los males. "Uno de los mayores desafíos de Libia es controlar a estas milicias bien armadas y poner fin a sus atrocidades", estimó Peter Bouckaert, director de la división de Urgencias de Human Rights Watch, en un informe de esta ONG de defensa de los derechos humanos publicado el miércoles. En este informe, las autoridades fueron criticadas por su impotencia para juzgar a las milicias acusadas de ejecuciones extrajudiciales. Los nuevos dirigentes del país tuvieron dificultades para imponer su autoridad sobre las brigadas de rebeldes que combatieron contra el régimen de Muamar Gadafi en 2011, ya que para algunos de sus miembros su legitimidad, forjada en la primera línea de combate, es considerada mayor que la de las autoridades electas. La población acusa a los exrebeldes de impedir la formación de un ejército y de una policía regulares y las ONG los critican por las graves violaciones de los derechos humanos, especialmente contra los partidarios del anterior régimen. Estos hombres, jóvenes en su mayoría, se quejan, por su parte, de haber sido marginados por las autoridades de transición y advierten contra un "vacío de seguridad" si abandonan las armas.
Desde que los rebeldes derrocaron al régimen de Muamar Gadafi en octubre de 2011, el gobierno libio ha contado con las milicias, entre las que hay numerosos grupos islamistas, para garantizar la seguridad del país. Muchas de ellas se encargaron de vigilar las fronteras, donde controlan el contrabando y no dudan en recurrir a las armas ante el menor conflicto de intereses. Un plan de integración de estos jóvenes en las fuerzas regulares fracasó, tras el rechazo de la mayoría de ellos a ser reclutados individualmente. Ante esta negativa, las nuevas autoridades tuvieron que integrar a milicias enteras, con sus armas y sus jefes. Sin embargo, esto supone perder el control sobre estos grupos cuando los intereses de estos últimos están en juego. "Fue un error fatal del ministerio del Interior", reconoce actualmente el gobierno. "Segunda revolución" -------------------- Uno de los jefes de seguridad de Bengasi (este de Libia), Ibrahim al Barghathi, reconoce que los exrebeldes, que suplieron el vacío tras el hundimiento del aparato de seguridad del Estado, después de la caída del anterior régimen, son los verdaderos dueños del país. "Las instituciones oficiales del Estado son inexistentes y los revolucionarios dirigen todavía el país", declaró Barghathi a la AFP. "Les toca a las nuevas autoridades mostrarse dignas de la sangre de nuestros mártires de la revolución y de los heridos, en caso contrario habrá una segunda revolución para invertir el curso de las cosas", advirtió un exrebelde de Bengasi, Usama al Dali. Por su parte, el ejército y la policía, todavía en proceso de creación, se encuentran impotentes frente a milicias fuertemente armadas, mientras que los oficiales son el objetivo de una ola de asesinatos en Bengasi. Estos ataques se atribuyeron a los extremistas islamistas que fueron liberados de las prisiones de Gadafi y a yihadistas libios que se encontraban en el exilio y que volvieron de Afganistán y de Irak durante la revolución. Los observadores advirtieron sobre el aumento de la influencia de grupos extremistas ligados a Al Qaida, especialmente después del ataque contra el consulado de Estados Unidos en Bengasi, el 11 de septiembre, que costó la vida al embajador norteamericano y a otros tres agentes estadounidenses. Exasperados, los habitantes de la ciudad reaccionaron organizando manifestaciones masivas y lograron expulsar a grupos islamistas de sus bases. Un año después de la caída del régimen de Muamar Gadafi, los rebeldes libios se niegan a abandonar las armas y se organizan en milicias que operan fuera de todo control, pasando de ser héroes de la revolución, a responsables de todos los males.
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