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miércoles, 9 de junio de 2010

Soluciones iraquíes para vencer en Afganistán

MIKEL AYESTARAN | HERAT abc Actualizado Lunes , 07-06-10 a las 07 : 41
Milicias armadas y formadas por las fuerzas de Estados Unidos controlan el distrito de Shindand, al sur de la provincia de Herat en la que España lidera la base de apoyo logístico de la OTAN (FSB, por sus siglas en inglés). “No están bajo nuestras órdenes, sólo obedecen a las fuerzas americanas”, lamenta el comandante Ekremealdin, máximo responsable de la policía de fronteras del oeste del país. Unos sesenta hombres se encargan de la seguridad del valle de Zirkho, una de las que más problemas ha causado a las fuerzas internacionales, formando una guerrilla a la que los afganos denominan arbakia, palabra usada a lo largo de la historia por las comunidades de etnia pastún para designar a su policía tribal. Los mandos estadounidenses rechazan este nombre y designan a estos grupos por las siglas de Village Stability Platforms (VSPs), grupos para la estabilidad de las aldeas. “No están al servicio de señores de la guerra locales, responden a la shura (consejo) de cada aldea y trabajan en coordinación con la Policía”, detallan cuando se les pregunta por este programa de defensa al que los mandos de las fuerzas de seguridad afganas se oponen de forma abierta. A diferencia de los programas de mentorización de las fuerzas de seguridad afganas, en los que están implicados también el resto de socios de la coalición, estas milicias son competencia exclusiva del Pentágono y su puesta en marcha apenas ha sido publicitada. En pequeños grupos de diez a veinte personas, empezaron a operar de forma oficial a finales de 2009 en algunas de las calificadas como “zonas fuera del control de gobierno de Kabul” y, según los estadounidenses, “la seguridad ha mejorado notablemente allí donde se despliegan”. A diferencia de Ejército y Policía, cuerpos formados por hombres de diferentes provincias y etnias del país, estas milicias sólo operan en sus propias aldeas y su competencia acaba donde acaba su aldea. Con un entrenamiento que va de los diez días a las tres semanas, los milicianos “sólo trabajan en los lugares donde la shrura lo solicita”, según los americanos, y está previsto que con el paso de los meses puedan incorporarse a la Policía. Modelo iraquí “Recuerda a la solución adoptada en Irak con las milicias del surge o el despertar, cuando se decidió pagar a los grupos opositores a cambio de que dejasen de combatir contra ellos”, opina un funcionario de un organismo internacional con larga experiencia en la zona, que bajo la condición del anonimato censura “que se armen grupos paralelos a las fuerzas de seguridad convencionales porque su fidelidad va a durar lo que duren sus sueldos”, que en algunas áreas duplican a los de los agentes de policía. El General David Petraeus logró dar la vuelta a la situación en Irak al conseguir que cien mil suníes se alistaran en “Los Consejos del Despertar” y se unieran a las fuerzas americanas y gubernamentales en la lucha contra Al Qaeda. Aunque Petraeus ha repetido siempre desde su nombramiento como Comandante de de las operaciones estadounidenses en Medio Oriente y Asia Central que “Irak y Afganistán son dos escenarios totalmente diferentes”, su modelo se está exportando al país asiático y la llegada de estas nuevas “fuerzas de seguridad locales” es un paso más en el intento por intentar dar un golpe de efecto en el plazo de quince meses dado por Barack Obama el pasado 1 de diciembre. El éxito de la fórmula en Irak no garantiza resultados en un escenario como el afgano donde la fidelidad de los grupos locales al gobierno de Kabul es toda una incógnita. Amnistía talibán Después de tres días de reuniones en Kabul, la Conferencia de la Paz (Peace Jirga) cerró sus puertas con el aparente respaldo a las medidas propuestas por el presidente Hamid Karzai para alcanzar la ansiada “reconciliación nacional”. Amnistía para los líderes talibanes, incluida la libertad para los que se encuentran encerrados por los americanos, y ofertas de trabajo para sus combatientes a cambio de que dejen las armas son los ejes fundamentales de un proceso que no ha hecho más que arrancar y que, pese a la declaración de intenciones de la Jirga, parece lejano y complejo ya que los talibanes han repetido en los últimos días que no están dispuestos a aceptar ningún acuerdo con el actual gobierno al que consideran “una marioneta” de Washington. Pese a las ofensivas militares en el sur y la presencia de 150.000 soldados extranjeros, los gobiernos en la sombra establecidos por los talibanes ostentan el auténtico poder en la sombra sobre el terreno. Tras una primera jornada marcada por los ataques al lugar donde tuvo lugar el discurso inaugural por parte de Karzai, las medidas de seguridad fueron máximas en una capital que en los próximos meses tendrá nuevas pruebas de fuego como la Conferencia de Kabul y las elecciones parlamentarias, dos citas en las que la insurgencia querrá demostrar de nuevo su capacidad operativa. La proyección internacional de los ataques en Kabul han convertido a la capital en el gran objetivo insurgente.

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