Encerrados contra un mar bravío lleno de peligros, así están los palestinos de Gaza. En el campo de concentración y exterminio más grande del mundo. Allí viven un millón trescientos mil cuerpos y almas humillados como si estuvieran en el 7º círculo del infierno. ¿Por qué tanta metralla y fósforo? ¿Por qué tanto horror y miseria? ¿Por qué tanta crueldad e inhumanidad? ¿Por qué Gaza? Y ¿por qué así? Para que todos los explotados y oprimidos tengamos miedo. Para que nos sirva de espejo. Para que estemos avisados de lo que nos pasará si nos revelamos. Para que nos quedemos quietos y aterrorizados. Para eso el nazi Estado de Israel ejecuta la más brutal limpieza étnica de todos los tiempos. Pero estamos viendo el ejemplo contrario. El heroísmo palestino es el más sublime del que se tenga memoria. Es la resistencia más luminosa que nación alguna haya demostrado. Esas mujeres palestinas pariendo apuradas más muchachos para que ocupen el lugar de los muertos en pelea. Esos niños y niñas orgullosos de su bandera y su país, del recuerdo que guardan en sus genes de aquel país, de ese de antes de 1948. Orgullosos, hoy, de su pequeña franja contra el mar, agarrados a las piedras enfrentando las bombas. Soñando con volver “a casa”, esa que fue usurpada, esa que está ocupada por los criminales, pero ellos sueñan y luchan y volverán como siempre se ha vuelto de la noche y el terror. La vida está en esas sonrisas y esos llantos de gente que no teme a la muerte. No es posible vencerlos. Los matan, si, pero no los vencerán. ¿Y nosotros qué? Indignados, paralizados, angustiados, solidarios, movilizados a veces. Pero no es suficiente. Tenemos que aprender de ese heroísmo palestino, porque para eso es que son valientes y heroicos, como un mensaje metido en una botella lanzada al mar. Son valientes y heroicos como legado para la humanidad. Tenemos que demoler el miedo. Buscar la mirada de esos ojos. Encontrar el calor de esos cuerpos, respirar con la pasión que alimenta esas almas. Ellos, los sionistas, son monstruos indignos. Con sus carros de fuego, con sus armas perfectas, con su ciencia del exterminio, solo construyen muerte y espanto a su alrededor. Que puede esperarse de aquellos que humillan a sus propios antepasados. Insultan el nombre del pueblo judío que fue perseguido por el nazismo alemán, o los zares rusos, o las dictaduras que en el mundo han sido. Ellos no pueden tener sueños, solo pesadillas. No pueden tener vida porque necesitan alimentarse de la muerte, del asesinato, de la masacre. Son mutantes de un tipo perverso, degenerado. Ellos son el espejo del capital financiero internacional, el Estado de un futuro atroz si el capitalismo logra sobrevivir. Hoy Gaza nos duele en el corazón, en la piel, en los nervios. Pero de ese dolor está naciendo una voluntad de lucha inquebrantable. Macerado en el almíbar amargo del repudio a la masacre está creciendo un sentimiento profundamente humano de odio contra la bestia sionista. Un odio creador de libertad y triunfo, suficientemente poderoso para borrar de la faz de la tierra al Estado nazi de Israel. ¡Larga vida a los luchadores palestinos! ¡Gloria eterna al pueblo de Gaza! *Miembro del Consejo Editorial de la revista Comuna, pensamiento crítico en la revolución
http://www.aporrea.org/
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