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martes, 20 de julio de 2010

INTERNACIONAL La «nueva» Siria de Al Assad recupera su peso estratégico en la región

En el taxi de Hamed suena Fairuz. La voz de la libanesa se cuela hoy por los altavoces de su nuevo Saba Saipa, de fabricación iraní, al igual que en el 2000 lo hacía desde la radio de su viejo Lada soviético. Misma sintonía para dos etapas en las que “el tráfico se ha multiplicado por cien en la capital”, se desespera el taxista. Siria celebra el décimo aniversario de la llegada al poder de Bashar al Assad y lo hace con la sensación de que las cosas han cambiado respecto a las tres décadas de gobierno de su padre, Hafez Al Assad.
Entre los responsables del régimen hay opiniones diferentes sobre los logros conseguidos, opiniones siempre positivas pero que se debaten entre una línea continuista de la etapa anterior o “el surgimiento de una nueva Siria” gracias al papel de este oftalmólogo de 45 años reconvertido en presidente tras la muerte de su hermano Basil, que era el llamado para suceder a su padre en el cargo. Es lo que afirma el ministro de Información, Mohsen Bilal, que habla del pasado como “un régimen al estilo soviético transformado en un sistema con mayores libertades y grandes progresos económicos”. Aperturas tímidas para Occidente, pero que algunos nostálgicos de la etapa anterior consideran excesivas.
Organizaciones como Human Rights Watch han aprovechado la conmemoración para publicar un informe titulado “Una década perdida” en el que critican la falta de libertad de pensamiento, represión a opositores y miembros de la comunidad kurda y el encarcelamiento sistemático de activistas de los derechos humanos. Informe que las autoridades no tienen en cuenta porque “se limita a criticar a Siria y no dice una palabra contra Israel que es quien condiciona gran parte de nuestra política”. El vecino estado judío, que ocupa los Altos del Golánsirios desde 1967, es el caballo de batalla de un régimen que considera “innegociable” la devolución de sus tierras y para ello está dispuesto a usar “todos los medios que sean necesarios, sin importar los sacrificios humanos”, afirma con rotundidad el alcalde de Qneitra, Riad Hyjab. Esta localidad situada en las faldas del Golán fue arrasada por los israelíes en la guerra de 1973 y las autoridades la han conservado en ruinas como “muestra de la atrocidad sionista”.
Importancia geoestratégica
La última década ha estado marcada por el no apoyo a Estados Unidos en la guerra en Irak y el asesinato del ex primer ministro libanés Rafik Hariri en Beirut en 2005, dos episodios que según palabras del presidente “obligaron a dar marcha atrás en ciertas reformas ante la fuerte presión extranjera”. George Bush incluyó a Siria en el ‘Eje del Mal’, junto a Corea del Norte e Irán, y Washington aprobó un embargo político y económico que aun no ha sido levantado. Damasco fue arrojado por Occidente de la noche a la mañana al ostracismo diplomático acusado de ser “promotor del terrorismo” y “santuario para organizaciones como Hamás y Hizbolá”.
Tras siete años en el Eje del Mal su nombre ha vuelto a las agendas europeas y por la capital siria han pasado presidentes como José Luis Rodríguez Zapatero, Nicolás Sarkozy o Giorgio Napolitano y BarackObama ha elegido a un nuevo embajador, aunque falta la aprobación final del Senado. Con el desastre de la guerra en Irak de fondo y el conflicto palestino en punto muerto, Occidente vuelve a mirar a Siria como un puente abierto para colaborar en la resolución de los problemas de la región. Un puente con acceso directo también a Teherán ya que la república islámica ha llenado en estos años el hueco dejado por Occidente.
Líneas rojas
En las calles y los medios de comunicación sorprenden las críticas a ministros y altos cargos, “pero existen líneas rojas como el respeto hacia la figura del presidente y la unidad de pensamiento respecto al enemigo israelí que nadie puede sobrepasar”, aseguran desde el ministerio de Información.
El estado sigue subvencionando el pan, la electricidad y el agua. De esta lista han desaparecido, sin embargo, la gasolina y el gas. Algunos ciudadanos consultados agradecen los esfuerzos por “desmilitarizar de la sociedad” ya que el servicio militar se ha reducido de dos años y medio a uno y medio y se han cambiado los uniformes escolares que hasta este curso eran de color verde oliva, como si fueran reclutas infantiles. Y entre todas las voces un pensamiento sobre la importancia de la seguridad, “no hay más que mirarse en el espejo de Irak para ver los peligros de una guerra sectaria. Nunca seremos una democracia al estilo occidental, pero tampoco creemos que sea el sistema más apto para esta sociedad”, afirma un responsable ministerial.

ABC

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