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domingo, 19 de diciembre de 2010

China, forzada por Sudáfrica a jugar limpio con la transferencia de tecnología



La empresa sudafricana Mobile Land Systems (MLS), que comenzó sus actividades el año pasado, firmó ese mismo año un Memorándum de Entendimiento (MoU) para vender a una compañía china, asociada al Ejército chino, 11 vehículos blindados protegidos contra minas (MRAP, en siglas inglesas), incluyendo la transferencia de tecnología, previo pago de una cuota. La empresa sudafricana insistió en la cuota por la transferencia, sabiendo que los chinos suelen copiar la tecnología de los equipos que adquieren, y los chinos lo aceptaron.

Las necesidades chinas de vehículos blindados protegidos contra minas es muy elevada, unas 10.000 unidades. Y para adaptarse a las necesidades chinas, se modificó el diseño original sudafricano; inicialmente se entregó un prototipo, que fue ensamblado en las instalaciones chinas, con la asistencia técnica de la empresa MLS, y se enviarán otros para su ensamblaje en China y, posteriormente, la empresa china Changan Industries, construirá bajo licencia otros 289 MRAP. MLS prestará apoyo técnico, piezas de repuesto y el control de calidad para asegurar los royalties de la transferencia de tecnología. 

China compra o adquiere la licencia de tecnologías militares, cuando es posible, pero debido a su situación política interna y a su actuación exterior, de la mayor parte de la tecnología militar occidental no se ha dado la licencia a China. Por ello, China suele obtenerla ilegalmente o bien la compra en secreto; e, incluso cuando podría comprarla, a menudo la roba. Esto es lo que ha estado haciendo con Rusia durante décadas y recientemente fue obligada, por las amenazas rusas de medidas jurídicas y diplomáticas, a firmar un acuerdo por el que prometía dejar de robar su tecnología. No funcionará pero el acuerdo resultará más caro para China cuando en el futuro sean denunciados por robar tecnología y los abogados rusos los persigan. 

China ha robado regularmente tecnología donde podía hacerlo. Uno de sus objetivos en el pasado fue Sudáfrica. Como ejemplo reciente de estas actividades, se puede citar el desarrollo por China de un helicóptero de ataque, el Z10, del que se habían fabricado en 2009 ocho prototipos. El desarrollo del Z-10 comenzó durante la década de 1990, pero encontraron problemas técnicos que no podían resolver fácilmente. Por lo que, trató con los fabricantes de helicópteros de ataque italianos y sudafricanos para obtener asistencia técnica. La empresa sudafricana Denel se negó porque los chinos sólo querían adquirir un único helicóptero, el Rooivalk, al darse cuenta de que, como habían hecho en el pasado, mediante ingeniería inversa y sin pagar por la licencia, desarrollaría los elementos que necesitaban. Las empresas sudafricanas han descubierto evidencias del robo que ha realizado China de tecnología de misiles, electrónica y artillería sudafricanos. 

Uno de estos robos de tecnología de misiles, se reveló hace dos años, cuando China puso a la venta para la exportación un misil aire-aire similar al AIM-9 X estadounidense y el A-Darter sudafricano. Los chinos habían intentado comprar la tecnología del A-Darter y mantuvieron negociaciones serias (que permitieron a los ingenieros conocer bien el A-Darter), que fracasaron en 2001. Actualmente, los chinos están vendiendo lo que parece ser una copia del A-Darter. ¿Coincidencia? No es probable, si se conoce el historial chino. Por ello, cuando la empresa sudafricana cerró el acuerdo para la venta del MRAP, que podría suponer la fabricación de 10.000 vehículos, siendo consciente de los métodos chinos, sólo continuaron el acuerdo si los chinos pagaban por la tecnología. 

China, con esta actuación, está tratando de limpiar su imagen en relación con el robo de la propiedad intelectual, pero tiene también otras connotaciones, dado que China está alcanzando un mayor nivel tecnológico, muchas de sus desarrollos también podrían ser robados por terceros países. Al actuar con limpieza en el caso de los MRAP, China está dando la imagen de país en el que se puede confiar para la transferencia de otras tecnologías.


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