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martes, 16 de agosto de 2011

¿Quién responde por los muertos de los aviones estadounidenses no tripulados?


Un acalorado debate, que se extiende a consideraciones éticas y jurídicas, gana adeptos hoy, tras el uso de los aviones no tripulados estadunidenses Predator contra Libia, tema que incluso centró las sesiones de un simposio celebrado recientemente en Washington. 

Según relevó el responsable del proyecto para el uso de estas máquinas, en cada salida de los aparatos se involucran unas 180 personas, las cuales ejercen los controles desde tierra y a distancia.

El meollo de la discusión se ubica en si la permanencia de estos “tripulantes” en sitios totalmente seguros y distantes del campo de batalla, como puede ser el centro de operaciones de Nevada, les hace perder su sentido humano y asumir la matanza de otras personas como un juego. 

Un informe titulado "La posición de Gran Bretaña sobre el sistema de vehículos aéreos no tripulados", del Ministerio de Defensa británico, indica que se ha solicitado a las autoridades de Londres definir hasta qué punto puede resultar aceptable el amplio uso de naves aéreas no tripuladas y otras máquinas de muerte. Un internauta inglés llamado Chris Cole ha expresado su enérgico rechazo al uso de vehículos aéreos no tripulados. A la vez, pidió a la comisión especial parlamentaria británica llevar el tema a debate público.
Los Predator han estado en uso por un buen tiempo en Irak, Afganistán, Pakistán, Yemen y otros países. Hasta el 14 de abril, las incursiones de estos aparatos eran decididas por la Oficina del Programa del Sistema de Aviones no Tripulados del Ejército de EE.UU., y acumulaban más de un millón de horas de vuelo. Además, el resto de las fuerzas armadas estadounidenses y la CIA siguen con mucho interés el uso de los aviones no tripulados. En los últimos años, la Asociación del Sistema de Vehículos Aéreos no tripulados de EE.UU. ha celebrado exposisiones anuales, cada vez a una mayor escala. Muchas empresas militares de EE.UU. han colocado todo su empeño en investigar y desarrollar este tipo de aparatos. Los programas investigativos en este campo colocan su énfasis en procurar que los ataques causen un mínimo de víctimas, además de procurar una reducción de costos, mejor capacidad de maniobra y sensibilidad en la detección, una producción estandarizada, creación de redes globales y el uso sostenible de funciones múltiples. 

Pero a pesar de todo esto, las incursiones no tripuladas en Afganistán, Pakistán y otros países dejaron víctimas inocentes, provocando una ola de protestas que colocaron a los aviones robots en el banquillo de los acusados. Muchos se preguntan ahora a quién culpar cuando los Predator dejan muertos en la población civil, y si su uso contribuye a la deshumanización de quienes los controlan en la distancia. ¿Podrá acaso el controlador del avión comparecer acusado de “crímenes de guerra” ? ¿Cómo delimitar la línea que separaría al accidente de la alevosía? ¿A quién corresponde comandar estos aparatos? ¿Supone esta modalidad de guerra una justificación adicional para ciertos políticos, que pueden ahora ordenar muertes a miles de kilómetros de distancia sin pensar en onerosas consecuencias?
Con el uso de estos aviones toma cuerpo en la realidad la fantasía enunciada en el cine de ciencia ficción por la saga de películas Terminator, de James Cameron, en las cuales la raza humana se ve sometida a matanzas indiscriminadas por parte de legiones de “Máquinas de Muerte”, unos robots que se autoreproducen sin intervención humana. 

En el caso de los Predator, sin embargo, el cerebro humano sigue siendo el que toma las decisiones. Por lo tanto, no hay que buscar muy lejos cuando se quieran dirimir asuntos éticos o incluso legales. Es fácil: ¡buscad al humano detrás de la máquina! (Pueblo en Línea) 

29/04/2011


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