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miércoles, 8 de agosto de 2012

La hipocresia de la industria militar


Revista Eje 21 / Por: Albeiro Valencia Llano
Los pequeños y grandes conflictos bélicos que ocurren en el mundo se generan gracias a la alianza entre los poderosos dueños de la industria militar y la clase política de las principales potencias que ayudan a desestabilizar naciones, a derrocar gobiernos y a sembrar antagonismos, para alcanzar la hegemonía económica e ideológica y vender armas.

Miedo al terrorismo

El sistema político estadounidense es el principal generador de conflictos entre los países y sostiene la más poderosa industria militar; por esta razón su pueblo le tiene pánico al terrorismo pero debe sufrirlo en carne propia. El último evento de este tipo ocurrió en Aurora, Colorado, el 20 de julio, cuando el joven James Holmes asesinó a 12 personas e hirió a 58, en un teatro de la ciudad. En esta nación “tan democrática” es fácil conseguir armas y por esta razón el asesino compró, vía internet, un rifle de asalto AR-15, una escopeta Remington, una pistola y suficiente munición para dispararrápido y sobre seguro, como en el viejo Oeste de Estados Unidos, hacia 1850.

Ante la amenaza del terrorismo, por la inseguridad, los estadounidenses quieren vivir armados; sobre el tema plantea la Asociación Nacional del Rifle que la población desea plena libertad para adquirir el armamento. Las cifras son elocuentes: el 40 % de los hogares están armados y 30 mil personas mueren cada año por arma de fuego. Es que la Segunda Enmienda de la Constitución, redactada en 1791, favorece la libre compra de armas: “el derecho del pueblo a poseer y portar armas no será restringido”.

¿Quiénes se benefician? En primer lugar los monopolios que producen las armas, que son un poderoso grupo de presión con mucho poder económico y político; la falta de control en la venta sirve a las organizaciones criminales de Estados Unidos y de América Latina, para enriquecer el arsenal militar. Pero también se favorecen los hogares de clase media, la típica familia estadounidense, atormentados por la violencia cotidiana; estos ciudadanos no pueden vivir sin un arma en una nación donde impera la ley del más fuerte y la pistola más rápida. En este ambiente se hace visible este negocio, controlado por los países más poderosos.

La ciberguerra en la carrera armamentista

Esto tiene que ver con la ciberguerra. La carrera armamentista, el despliegue bélico y las nuevas guerras y conflictos, dependen de la informática. ¿Qué sucede cuándo se destruyen bases de datos del enemigo? Las tecnologías de la información están desplazando a los tradicionales campos de batalla. En la nueva guerra informática se investiga para alterar la información y los sistemas del enemigo: es más fácil atacar la infraestructura informática que realizar un bombardeo contra instalaciones militares; en lenguaje simple se trata de computadoras que atacan computadoras.

Hay muchos ejemplos. Desde el gobierno de George W. Bush se creó un programa secreto llamado Olimpiadas que se utilizó para descontrolar, sabotear y frenar el programa nuclear de Irán; luego continuaron los ataques con el presidente Barack Obama. El pasado mes de mayo los iraníes informaron que habían padecido otro ciberataque cuando robaron información de varios portátiles pertenecientes a científicos y autoridades. Pero como puede llegar el contra ataque anotó el secretario de Defensa Leon E. Panetta, quien conoció a fondo los golpes a Irán, que: “El próximo Pearl Harbor que enfrentemos bien podría ser un ciberataque que paralizara nuestros sistemas eléctricos, de seguridad y financieros”. 

Uno de los ejemplos más ilustrativos de la ciberguerra lo ofrece la muerte de Bin Laden. La operación parecía una película: se encontraban en la “sala de situación” de la Casa Blanca, el presidente Obama rodeado de varios asesores observando en una pantalla de video cómo sus unidades especiales asesinaban en Pakistán a Osama Bin Laden. Al respecto explicó Brennan, asesor de contra terrorismo del presidente que “podíamos ver en tiempo real el progreso de la operación, desde el principio, hasta que llegaron al blanco. No voy a entrar en detalles sobre qué vimos, pero nos dio la capacidad de evaluar la operación mientras se hacía”.

Se dice que quien tiene el poder impone las condiciones. El periódico The New York Times publicó un artículo que produce escalofrío (29 de mayo de 2012): cada martes el presidente Obama, Premio Nobel de la Paz, se reúne con dos docenas de funcionarios de seguridad en el “Salón Oval” de la Casa Blanca y definen la lista de terroristas que podrían ser liquidados por los aviones no tripulados en países como Yemen o Pakistán. Así, Obama decide personalmente a quien matar, no importa si se violan fronteras. Lo importante es hacer la guerra sin dejar rastro; exterminar a los terroristas antes de que ataquen. Los drones son el arma predilecta, aviones sin piloto controlados a distancia; son silenciosos, baratos y con enorme autonomía de vuelo. Sirven para espiar y para matar a miles de kilómetros; los más famosos son los Predator, ultra sofisticados. Con uno de estos aviones asesinaron a Abu Yahya al Libi, el número dos de Al Qaeda, y uno de los terroristas más buscados por Estados Unidos.

La carrera armamentista silenciosa

En los últimos años numerosos gobiernos de América Latina se metieron en la carrera armamentista, aguijoneados por los monopolios de la industria militar; los países más beneficiados son Estados Unidos, Israel, Japón, China y algunas naciones europeas. Desde el año 2000 se inició el rearme porque los gobiernos empezaron a ver conspiraciones por todas partes: Argentina, Chile, Brasil, Venezuela, México, Ecuador, Nicaragua y Colombia. Una de las disculpas para esta carrera la ofrecía nuestro país debido al Plan Colombia y al militarismo de Uribe; Venezuela aprovechó la coyuntura para modernizar su armamento mientras crecía el antiimperialismo del presidente Chávez.
Hoy la moda es comprar aviones no tripulados, siguiendo el ejemplo de Brasil, Chile, Ecuador, Argentina y Venezuela, destinados únicamente a la vigilancia. El problema radica en los drones de Estados Unidos que podrían llegar equipados con armas, pues han sido usados en Afganistán, Irak, Pakistán, Yemen y Somalia, para espiar y matar.

Como Colombia no se puede quedar atrás el Gobierno quiere comprar drones a Israel y en esta dirección el ministro de Defensa de ese país ofreció aviones no tripulados, equipados con armamento pesado y dispositivos de alta precisión. Es decir, mejores armas para prolongar la guerra, y más dinero para los monopolios de la industria militar.

Nuestro país ha venido modernizando sus Fuerzas Armadas a pasos agigantados; el Gobierno justifica los enormes gastos por el conflicto interno y por la lucha contra el narcotráfico, pero los vecinos, Venezuela y Ecuador, no lo ven así y dicen que en Colombia se lleva a cabo la “carrera armamentista silenciosa” que se puede convertir en una amenaza. Lo más grave es que destinamos el 3,9 % del PIB al gasto militar, el más alto de América Latina. Mientras jugamos con fuego se agudiza el conflicto interno.

Posted Yesterday by godues

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