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viernes, 29 de octubre de 2010

A FIEBRE DEL PETRÓLEO ASUSTA A ALGUNOS BRASILEÑOS



Tras los recientes descubrimientos de enormes cantidades de petróleo en aguas brasileñas, los especilistas debaten cómo afectará a la economía del país esta fiebre del petróleo.

Luiz Inácio Lula da Silva finaliza su segundo mandato presidencial con clima de fiesta. Y su mejor regalo no se podría decir que le cayó del cielo, sino todo lo opuesto: lo halló escondido en las entrañas de la tierra. A unos 250 kilómetros de las costas de Río de Janeiro, y siete kilómetros bajo el nivel del mar, Brasil encontró que tiene uno de los yacimientos petrolíferos más grandes del mundo.

¿Un obsequio de la madre naturaleza o un regalo similar al caballo de Troya? Los especialistas debaten cómo afectará a la economía del país esta fiebre del petróleo que semanas atrás permitió que la empresa Petrobras lograse en la bolsa de Valores la mayor capitalización en la historia mundial. 

Algunos creen que con este estrellato del petróleo, Brasil corre el riesgo de descuidar otros sectores de la industria nacional. Además, queda atado al destino de América Latina como el proveedor de materias primas de un vecino hegemónico como EE. UU., que tiene mucha necesidad de ellas.

Carlos Lessa, ex presidente del Banco Nacional de Desarrollo no oculta su inquietud al respecto: “yo tiemblo de miedo de que Brasil se convierta en exportador de petróleo crudo. Probablemente tenemos 40.000 millones de barriles. Y si tenemos cien mil, somos la tercera reserva de petróleo en el mundo. Eso no me tranquiliza. Eso me da pavor. Porque Estados Unidos es el mayor bebedor de petróleo del mundo. Consume 29 o 30 por ciento de todo el petróleo producido en el planeta. EE. UU. es hoy un país sin petróleo, pero es el comisario del mundo y tiene la hegemonía.”

Sin embargo, ya no hay vuelta atrás, y el fabuloso tesoro existe. Brasil tiene en abundancia bajo sus aguas lo que el planeta necesita para mantenerse en marcha.

El principal atractivo de este preciado don son los llamados yacimientos pre-sal, ubicados a un nivel profundo de la corteza terrestre, a 7.000 metros de profundidad. El petróleo no está allí en grandes lagos subterráneos, sino que impregna una capa de sal, como si se tratase de una esponja. Se trata de un fluido liviano, de altísima calidad.

Brasil debe resolver entonces cómo sacarle provecho a esa riqueza, y al mismo tiempo lograr que eso sirva para dar impulso a toda la economía de un país con enormes desigualdades económicas y millones de pobres.

En este astillero de Angra dos Reis, a 200 kilómetros de Río de Janeiro, se están construyendo varias de las plataformas que luego serán llevadas mar adentro para comenzar a extraer petróleo del mar.

Uno de los pasos dados por el gobierno para favorecer el desarrollo de toda la industria fue aprobar una ley que obliga a utilizar un porcentaje muy alto de producción nacional. El ingeniero Mario Klein, Gerente del Proyecto de la Plataforma P-57 ha explicado a RT que, según la nueva ley, el 65 por ciento de las plataformas están siendo construidas en Brasil.

Pero los especialistas recuerdan que el presidente Lula hizo en su momento otros varios anuncios de los que ya no se ha vuelto a hablar: “cuando fue el anuncio del petróleo, el presidente Lula dijo tres cosas, la primera es que Brasil no sería exportador de crudo, sólo exportaría petróleo refinado. Segundo, que Brasil utilizaría todos los estímulos derivados de la economía del petróleo para el desarrollo industrial y agrícola interno. O sea, dejaríamos de ser importadores para producir todo lo que fuera necesario para la economía social. Tercero, crearía un fondo social para atender las necesidades sociales”, apuntó Carlos Lessa.

Mientras las arcas del Estado brasileño comienzan a llenarse de recursos provenientes de la renta petrolera, el gran debate es ahora qué destino se dará a los fondos que regala en abundancia el oro negro.

Las plataformas petroleras que se están construyendo aquí y en otros lugares permitirán a Brasil ascender del puesto 12 al número 6 entre las grandes potencias petroleras. Resta saber entonces si eso le servirá para un mejoramiento general de la economía y de la calidad de vida de 190 millones de brasileños

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