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lunes, 6 de febrero de 2012

Seguridad conjunta



6 de febrero de 2012
Víktor Litovkin, para Rusia Hoy

La creación de un sistema de defensa antimisiles en Europa ha sido motivo de un tira y afloja entre la OTAN y EE UU, por una parte, y Rusia, por otra. A pesar de los acuerdos en la cumbre Rusia-OTAN de otoño del 2010, actualmente las negociaciones están estancadas. Un grupo de expertos internacionales ha propuesto un plan que podría servir a ambas partes.

Las negociaciones entre Rusia y EE UU, así como entre Rusia y la OTAN sobre la cooperación para la creación de un sistema de defensa antimisiles en Europa, algo que fue acordado en la cumbre Rusia-OTAN en otoño de 2010 en Lisboa, se encuentran en un callejón sin salida. Este hecho no es nuevo y el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, lo ha vuelto a confirmar en su intervención en la última Conferencia de Seguridad de Múnich. Las causas de este callejón sin salida también son de sobra conocidas.
EE UU está creando en Europa un sistema de defensa antimisiles argumentando la necesidad de defender a sus socios de la OTAN ante la amenaza de los misiles iraníes. Sin embargo, en Rusia se considera que la mención de Irán no es más que un pretexto que enmascara el verdadero objetivo del sistema, consistente en protegerse de las fuerzas estratégicas nucleares de contención de Rusia, situadas en la parte europea del país. Moscú exige a Washington garantías legales de que su escudo antimisiles no está dirigido contra su país. Mientras tanto, EE UU se pronuncia radicalmente en contra de este tipo de garantías, alegando, por una parte, que limitarían el derecho soberano de EE UU de defender su propio territorio y el territorio de sus aliados y, por otra, que las garantías no serían aprobadas por el Congreso.

Las distintas iniciativas, incluida la propuesta que hizo pública en Lisboa el presidente Dmitri Medvédev para crear un escudo antimisiles conjunto, donde Moscú responda por la seguridad aérea sobre el territorio ruso, y la OTAN por la del territorio europeo, no han conseguido el apoyo de la Alianza Atlántica. Su secretario general, Anders Vog Rasmussen, declaró que la Alianza no podía confiar la defensa de sus aliados a un país que no fuera miembro. También ha habido otras iniciativas, pero han sido rechazadas por el Kremlin. ¿Cuáles serán las consecuencias de la falta de acuerdo?

La propuesta de los expertos

Un grupo de expertos internacionales de alto nivel creado en otoño de 2009 por la Fundación Carnegie e integrado por especialistas procedentes de Estados Unidos, la UE y Rusia, y cuyos copresidentes son el exviceministro alemán de Asuntos Exteriores, Wolfgang Ischinger, el exministro ruso de Asuntos Exteriores Ígor Ivanov y el ex senador estadounidense Sam Nunn, presentó en la Conferencia de Seguridad de Múnich una nueva iniciativa respecto al escudo antimisiles, proponiendo a las partes una alternativa de compromiso.
Según la agencia Interfax, la esencia de este documento consiste en que las partes intercambien datos respecto a la defensa antimisiles y los valoren conjuntamente, utilizando para ello los dos sistemas. Esto no consiste exactamente en unir el sistema ruso y el de la OTAN. 

Según la propuesta de los expertos, los datos obtenidos mediante los satélites de alerta temprana sobre el lanzamiento de misiles pertenecientes a Rusia y a la Alianza Atlántica, así como mediante los radares rusos de Gabala y Armavir, y el radar móvil norteamericano situado en Turquía, irían a parar a dos centros operativos comunes situados en Moscú y Varsovia. En estos lugares trabajarían tanto militares rusos como de la OTAN.

Desde estos centros operativos conjuntos, la información sería transmitida a los puestos de mando de Rusia y de la OTAN, donde se tomarían decisiones respecto a las posibles respuestas. Los misiles de respuesta se lanzarían desde la zona más conveniente según la situación. En este caso, se excluye la posibilidad de que se copie tecnología y, por otra parte, no se verá afectada la soberanía de ningún país. Se supone que para interceptar los objetivos podrían usarse tanto los sistemas norteamericanos de escudo antimisiles con base en mar y tierra Aegis SM-3, como los sistemas rusos localizados en mar y tierra S-300, S-400 y el sistema S-500. Mientras que el sistema de defensa antimisiles europeo sólo se destinaría a la prevención de lanzamientos de medio alcance, de hasta 4.500 kilómetros, es decir, la distancia existente entre Irán y Reino Unido.

Según Interfax, en el informe del grupo de expertos internacionales reunidos en la Iniciativa de Seguridad Euroatlántica (ISEA), presentado en Múnich el 4 de febrero, se señala que la creación de un sistema inclusivo de seguridad general y euroatlántico sería la única posibilidad de garantizar la seguridad en Eurasia y América del Norte a largo plazo. Los países que formen un sistema así negociarían entre ellos utilizando sólo instrumentos diplomáticos y legales, sin hacer uso de la violencia. Los autores de este documento destacan que el objetivo principal de su trabajo, de dos años de duración, consiste en crear un sistema de seguridad en un marco según el cual los estados actúen basándose en el respeto mutuo, se preocupen también por la seguridad de otros países y abandonen los antiguos métodos de hacer política exterior.

Es imposible no celebrar la aparición de esta idea de la ISEA. Pero si leemos con atención, podemos observar que no está muy lejos de las propuestas formuladas por Dmitri Medvédev en otoño de 2010 en la cumbre del Consejo Rusia – OTAN de Lisboa, tan indolentemente rechazadas por Bruselas. Sería bueno preguntarse si a la propuesta de los altos expertos internacionales no le va a ocurrir lo mismo. Parece que ni en Bruselas, ni en Moscú las autoridades van a acoger estas ideas con los brazos abiertos. Existen varios motivos.

Entre ellos, los militares rusos no están en contra de que EE UU despliegue su sistema de escudo antimisiles en el sur de Europa. Una posibilidad sería hacerlo en Turquía o en Rumanía, por ejemplo, cerca de las fronteras de Irán y donde sería bastante fácil interceptar, en caso de necesidad, los misiles iraníes de alcance medio que, supongámoslo por un instante, pudieran ser lanzados contra los aliados de Washington. Esta localización no preocupa al Kremlin, porque los misiles no alcanzarían los complejos estratégicos rusos. Sin embargo, Moscú está totalmente en contra de que los sistemas estadounidenses de escudo antimisiles, terrestres o marítimos, se sitúen en el norte de Europa. Por ejemplo, en Polonia y Noruega, o en los mares Báltico, del Norte o de Noruega. Es decir, en la trayectoria de vuelo de los misiles balísticos intercontinentales rusos. La distancia de 4.500 kilómetros entre Irán y Reino Unido, mencionada en la iniciativa de la ISEA, también podría convertirse en un obstáculo para el compromiso entre las partes.

Además, existen serias sospechas de que la administración de Obama no estaría dispuesta a buscar un compromiso con Moscú respecto al problema del escudo antimisiles antes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Una pequeña concesión al Kremlin en este ámbito podría costarle la segunda legislatura al actual presidente. De modo que no se va a arriesgar. Por lo tanto, la solución propuesta en Múnich para el callejón sin salida del escudo antimisiles resulta adecuada, pero parece que todavía no es el momento.

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