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lunes, 10 de mayo de 2010

El Pentágono pinta un lóbrego cuadro de la guerra de Afganistán mientras continúan muriendo civiles


Un informe semi-anual publicado por el Pentágono sobre la guerra de Afganistán registraba un fuerte incremento de los ataques contra las fuerzas de ocupación y un escaso apoyo al corrupto régimen títere del presidente Hamid Karzai apoyado por Estados Unidos. El informe sobre la marcha de la guerra, encargado por el Congreso estadounidense, presentaba un desalentador cuadro del estado de la guerra que dura ya casi nueve años dirigida por Estados Unidos incluso en el mismo momento en que una serie de incidentes en los que soldados estadounidenses y de la OTAN habían matado a civiles y provocaban una renovada ira popular contra la ocupación extranjera. A pesar del despliegue por parte del gobierno Obama de 50.000 soldados estadounidenses más a Afganistán durante el año pasado, el informe de 150 páginas del Pentágono reconoce que los llamados insurgentes del país consideraron 2009 “el año en que habían tenido más éxito” y que la resistencia a la ocupación tenía unos “medios sólidos de mantener sus operaciones”. “Sus capacidades operativas y alcance organizativo se están expandiendo cualitativa y geográficamente”, afirma el informe citando que en los últimos seis meses la actividad de la resistencia se ha extendido a varias zonas nuevas. Según el informe, la violencia en el país ha aumentado un sorprendente 87% entre febrero de 2009 y marzo de este año. Los altos cargos del Pentágono atribuían esta escalada al despliegue de tropas adicionales en zonas que habían sido plazas fuertes de los talibán y de otros grupos opuestos a la presencia estadounidense. Igualmente reveladora es la estimación que hace el informe del apoyo al gobierno de Karzai basándose en sus valoraciones de opinión en 92 distritos. Concluyó que ningún distrito apoyaba al régimen respaldado por Estados Unidos. Cuarenta y cuatro distritos se describían como neutrales y cuarenta y ocho como simpatizantes de la resistencia o que la apoyaban, un aumento significativo respecto a los treinta y tres descritos como distritos que apoyaban a los combatientes en contra de la ocupación en diciembre del año pasado. Además reconocía que “está aumentando la fuerza y habilidad del gobierno en la sombra [de los talibán y otros grupos en contra del gobierno] para desacreditar la autoridad y legitimidad del gobierno afgano”. El informe minimiza considerablemente el decisivo problema de las muertes de civiles en Afganistán al que dedica sólo dos párrafos para afirmar que el número de civiles muertos por los soldados dirigidos por Estados Unidos ha descendido en relación con la cantidad de las fuerzas de ocupación y culpa a la resistencia de “usar civiles como escudos humanos”. Sin embargo, la agencia de noticias McClatchy citaba las propias cifras del ejército e indicaba “un dramático aumento de muertes de civiles durante los tres primeros meses de este año”. La agencia informaba de que el Pentágono reconoce que las fuerzas estadounidenses han matado a 87 civiles en Afganistán durante este periodo, en comparación con los 29 muertos durante el primer trimestre de 2009. Sin lugar a dudas estas cifras subestiman de manera flagrante el número real de víctimas provocadas por fuerzas estadounidenses y otras fuerzas de la ocupación extranjera dado que el Pentágono y la OTAN niegan rutinariamente los informes sobre las víctimas civiles afirmando que o bien no tienen conocimiento de esos incidentes o bien las personas muertas eran “insurgentes”. Las admisiones a regañadientes se producen después de que las autoridades afganas confirmen pruebas irrefutables de que las víctimas eran civiles. Una serie de incidentes recientes ha puesto de relieve la cantidad cruda y cada vez mayor de víctimas que la ocupación dirigida por Estados Unidos está causando entre el pueblo afgano. Dos mujeres y una joven fueron asesinadas y otras dos heridas cuando los soldados de la OTAN dispararon en 30 de abril contra un coche en la ciudad de Kandahar, en el sur de Afganistán. Un portavoz de las autoridades afganas afirmó que los soldados de la ocupación estaban desactivando una bomba a la orilla de la carretera cuando se acercó un coche y no se detuvo después de hacer los disparos de aviso. Sin embargo, testigos del incidente desmintieron esta versión y afirmaron que las tropas extranjeras estaban llevando a cabo ataques casa por casa en la zona y abrieron fuego contra el coche sin advertencia alguna. Estas muertes se producen un día después de que enojados manifestantes tomaran las calles en toda la provincia de Nangarhar, situada al este, para protestar por un ataque nocturno el miércoles por la noche [28 de abril] contra la casa de una legisladora afgana en el que los soldados estadounidense mataron de un disparo a su cuñado. La legisladora, Safiya Sidiqi, no estaba en casa durante el ataque. Dijo que su cuñado, que estaba de visita en su casa, creyó que la residencia estaba siendo atacada por bandidos y salió de su habitación con un viejo rifle de caza cuando lo mataron los soldados estadounidenses. “Yo tenía miedo de los talibán y ahora puedo decir que los estadounidenses son el enemigo de las mujeres en Afganistán”, afirmó. El pasado mes de enero el más alto mando estadounidense en Afganistán, el general Stanley McChrystal, había anunciado órdenes que restringían los ataques nocturnos debido al alto número de víctimas civiles que habían provocado. Según las nuevas normas de combate, se supone que las fuerzas títeres afganas toman el mando en cuanto se entra en las casas. Sin embargo, otros miembros de la casa [de la legisladora] afirmaron que no había indicios de las tropas afganas cuando unos ochenta soldados estadounidenses entraron en la residencia, reunieron a los quince miembros de la familia, incluyendo mujeres y niños, les ataron las manos y los encapucharon. El ejército estadounidense afirmó que el objetivo de la operación era atrapar a un “facilitador talibán” en la zona, pero no se capturó a dicha persona. Este incidente confirmó la acusación de que la orden dada por McChrystal era simplemente de cara a la galería y que los ataques nocturnos y la carnicería de civiles que estos comportan continúan incólumes. En un suceso diferente el ejército francés reconoció el jueves que sus soldados habían matado a cuatro niños en un ataque con misiles el 6 de abril. Advertencias de altos cargos estadounidenses y de la OTAN sugieren que esta sangría aumentará vertiginosamente en las próximas semanas y meses. El general David Petraeus, jefe del Comando Central estadounidense, que es responsable de las guerras tanto en Afganistán como en Iraq, advirtió de que habría “momentos duros en las próximas semanas y meses” en la ciudad de Kandahar, donde la ocupación dirigida por Estados Unidos está movilizando a unos 23.000 soldados para una ofensiva que se espera que empiece el mes que viene. Excusando por adelantado la carnicería que esta ofensiva dirigida por Estados Unidos va a provocar, afirmó que será culpa de la resistencia afgana la cual, afirmó Petraeus, “iba a cometer acciones terribles para impedir el progreso en el que elementos afganos y militares y la coalición están trabajando tan duramente para lograrlo”. Preocupada tanto por la violencia cada vez mayor que hay en la ciudad como por el combate urbano que va a provocar la ofensiva de la ocupación, la ONU cerró su cuartel general en Kandahar y retiró a todo su personal de la ciudad. Petraeus dio otra justificación para la próxima matanza afirmando que Kandahar era la ciudad en la que se habían preparado los ataques terroristas contra Nueva York y Washington en 2001. Algo similar afirmó el mayor cargo civil de la OTAN en Afganistán, Mark Sedwill, ex embajador británico en el país. Advirtió de que el próximo periodo sería “muy duro” para las fuerzas de la ocupación e insistió: “No podemos permitir que el criterio del éxito sea la ausencia de víctimas” Sedwill predijo que las fuerzas dirigidas por Estados Unidos estarían implicadas durante más de cuatro años más en operaciones de combate en Afganistán y permanecerían en el país quince años más adiestrando a las fuerzas títeres afganas y como mentores de ellas. Se espera que para agosto se complete la “oleada” militar ordenada por Obama, con unos 100.000 soldados estadounidense desplegados en Afganistán, lo que supone un aumento desde los 32.000 que había cuando asumió la presidencia. Sin embargo, el mensaje que contiene el desalentador informe del Pentágono parece ser que los comandantes del ejército estadounidense desean que se envíen aún más soldados y marines estadounidenses a esta guerra colonial.

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