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lunes, 10 de mayo de 2010

La campaña contra Irán y el derecho internacional

Al adherirse a las Naciones Unidas 192 Estados del mundo asumieron los siguientes compromisos:

• “Mantener la paz y la seguridad internacionales, y con tal fin tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz y para suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pacíficos, de conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacional, el ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir a quebrantamientos de la paz”

• “Fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos, y tomar otras medidas adecuadas para fortalecer la paz universal”.

En la Carta de las Naciones Unidas concerniente a los deberes de los Estados miembros se afirma además:

• “Los miembros de la Organización arreglarán sus controversias internacionales por medios pacíficos, de tal manera que no pongan en peligro la paz y seguridad internacionales”.

• “Los miembros de la Organización se abstienen, en sus relaciones internacionales, de recurrir a la amenaza o al empleo de la fuerza, sea contra la integridad territorial o la independencia política de todo Estado, sea de cualquier otra manera incompatible con los objetivos de las Naciones Unidas” .

El hecho de que algunos Estados, miembros de las Naciones Unidas, hayan contravenido en muchas ocasiones estas disposiciones no dispensa al mundo actual de estos compromisos. Bien al contrario: todas las guerras que se han llevado a cabo desde la Segunda Guerra Mundial han demostrado de manera cruel hasta qué punto era verdad lo que en 1945 los miembros fundadores de las Naciones Unidas había escrito en el inicio del preámbulo de la Carta: “Nosotros, los pueblos de las Naciones Unidas, resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que por dos veces en el espacio de una vida humana ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles”.

¿Es compatible con estos principios el hecho de que representantes de gobiernos y medios de comunicación ataquen verbalmente con virulencia a un país y no excluyan emprender una guerra contra él?

Esto es efectivamente lo que está ocurriendo desde hace varios años con Irán y con nuevas fuerzas en las últimas semanas y meses.

No se tiene en cuenta el hecho

• de que no es el gobierno iraní quien afirma desde hace años no querer poseer armas atómicas, sino los inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), del mismo modo que los servicios de inteligencia no pueden aportar ninguna prueba tangible de un programa de armas atómicas por parte de Irán. Los informes actuales de los servicios secretos estadounidenses incluso han atestiguado que Irán no lleva a cabo un programa de armas atómicas. Algunos enemigos de Irán incluso pretenden que no se trata de demostrar la existencia de semejante programa, sino que es a este país a quien le corresponde demostrar que no lo tiene. Pero, ¿cómo puede ser esto posible cuando todo lo que Irán presenta como prueba se pone en tela de juicio?;

• de que los medios de comunicación occidentales presentan de manera errónea las declaraciones del presidente iraní concernientes a Israel y de que no se conocen planes de guerra de Irán contra Israel;

• de que probablemente existen planes de guerra israelíes contra Irán (e incluso planes de Estados Unidos), aun cuando la Carta de las Naciones Unidas prohíba todo acto de agresión;

• de que Irán es amenazado con una intervención de guerra por parte de otros países, incluso por parte de altos oficiales alemanes. Se ha hecho público el manuscrito del discurso del general alemán de la OTAN, Karl-Heinz Lather, pronunciado en Bonn ante la Comunidad de soldados católicos el 25 de marzo, precisamente durante el Día Mundial de la Paz 2010: “Además, la comunidad internacional [de hecho, los Estados miembro de la OTAN] podría verse obligada a intervenir militarmente si Irán no renuncia a sus ambiciones de armamento atómico. Parece que la acción política, la diplomacia y las sanciones no aportan solución alguna”. A continuación añadió (en contra de las obligaciones de la Carta de la ONU) que “los Estados y gobiernos [los de la OTAN] en general aceptan [por consiguiente, no siempre] un mandato de las Naciones Unidas como condición para una intervención militar [lo que, según él, no es el caso obligatoriamente];

• de que las propuestas sometidas a Irán no respetan la igualdad de derechos de todos los Estados inscrita en la Carta de las Naciones Unidas. Se ha sometido a Irán a unas exigencias sin ningún fundamento en el derecho de los tratados relativos a lo nuclear, algo que las decisiones del Consejo de Seguridad de la ONU respecto al programa nuclear iraní no pueden ocultar;

• de que Estados que, como Israel, Pakistán e India, se niegan a someterse al Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP) y disponen de un enorme arsenal de armas nucleares no son obligados a acatar dicho Tratado (por no hablar de las cinco potencias nucleares “oficiales”, que también han firmado el TNP y se han comprometido a reducir sus arsenales nucleares, incluso a suprimirlos, pero que están muy lejos de hacerlo). También en esto existe un doble rasero;

• de que no es la “comunidad internacional” quien presiona a Irán sino sobre todo Israel, Estados Unidos y la Unión Europea, los cuales se han unido contra Irán y presionan a los demás países para que estos se sometan a su voluntad. La mayoría de los Estados y de los gobiernos, como por ejemplo los 118 miembros del Movimiento de los Países No Alineados, consideran de manera diferente la política de Irán y estiman que hay una posibilidad de mantener relaciones con este país y de resolver los conflictos, con lo que se desmarcan claramente del bloque político de los tres países antes mencionados, los cuales, en última instancia, sólo representan una pequeña minoría en el conjunto del mundo.

No evocaremos aquí las verdaderas razones de los planes de guerra contra Irán. Nos contentaremos con señalar que toda esta agitación guerrera es alarmante para cualquier persona que se interese razonablemente por este problema. También es cierto que todos aquellos que amenazan a Irán no quieren necesariamente la guerra. Sin embargo, allanan el terreno a este pequeño grupo de países que quieren esta guerra, en violación de la Carta de las Naciones Unidas.

Es particularmente inquietante constatar que no se oye ninguna voz contraria en estos gobiernos y estos medios de comunicación. No existe debate alguno, se contentan con bailar al son que ellos tocan aún cuando este son no tenga nada que ver con la verdad. Únicamente se les empuja para que apoyen unos proyectos políticos inconfesables.

Esta voluntad de ignorar la Carta de las Naciones Unidas no es un delito menor. Es exactamente un intento de dañar el esfuerzo de los pueblos y de los Estados de vivir en paz y en la justicia. Es una amenaza para la humanidad y por ello dentro de la comunidad internacional son muchas las personas que no quieren seguir esta vía.

En el curso de los últimos veinte años se han desencadenado varias guerras en contra de la voluntad de la comunidad internacional, con unas consecuencias dramáticas tanto para las víctimas como en lo que concierne a los costes de dichas guerras. Por consiguiente, es importante reflexionar sobre la manera de impedir una nueva guerra y sobre los medios que tenemos a nuestra disposición para hacer respetar el derecho internacional, y ello para todos los Estados.

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