María Ángeles Moya
domingo, 17 de abril de 2011
Que Gadafi (y muchos de los autócratas que gobernaban y siguen gobernando los países árabes) no era trigo limpio lo sabíamos todos antes de que comenzara el conflicto en Libia. Que los derechos humanos en determinados países, no sólo árabes, no se respetaban (ni se respetan ahora), era algo sabido por todos. por todos aquellos que quisieran saberlo, claro está. Y cuando digo todos incluyo, por supuesto, a los que nos dedicamos a este noble oficio del periodismo.
Durante años, mientras ha convenido (estos regímenes han controlado, en mayor o menor medida, la inmigración ilegal y el terrorismo, y han garantizado el suministro energético hacia nuestros países, por poner un ejemplo), todos hemos mirado hacia otro lado. No sólo los políticos a los que ahora criticamos por haberse fotografiado en determinados momentos junto al líder libio; no sólo los gobernantes a los que ahora fiscalizamos por haberle vendido armas al dictador norteafricano; también los periodistas hemos sido cómplices de los hechos que ahora denunciamos, silenciando todo lo que en estos momentos sacamos a la luz.
Que determinados medios de comunicación aireen ahora que España vendió bombas de racimo MAT-120 en el año 2008 a Gadafi, cuando el debate internacional sobre la Convención de Oslo -que prohíbe la producción de bombas de racimo y que fue suscrita en diciembre de 2008 por casi 100 países (entre ellos no se encontraba Libia pero sí España)- estaba en pleno apogeo, representa, cuanto menos, un acto de hipocresía y de falta de responsabilidad profesional, no sólo política sino también periodística.
Si ya entonces había un informe de la Secretaría de Estado de Comercio (ahora sacado a la luz) sobre las exportaciones de material de defensa y doble uso en el que figuraba que Libia era uno de los mayores clientes de material español; si ya ese año se podía demostrar que España (como dicen, entre otros, el diario estadounidense The New York Times) había vendido a Libia bombas de racimo MAT-120, fabricadas por la empresa española Instalaza, y que fueron prohibidas por la Convención. ¿por qué no se denunció entonces y se hace ahora? ¿En qué estábamos inmersos entonces los periodistas, que no advertimos y denunciamos que se estaba cometiendo la supuesta irregularidad o falta de ética que ahora se saca a la luz? ¿Qué intereses nos mueven ahora para difundir esta información, silenciada durante tantos años?
De ser cierta la información que publicaba ayer The New York Times y de la que se hacían eco diferentes medios de comunicación españoles, Gadafi estaría empleando las bombas de racimo que le vendió España en contra del pueblo libio. Pero ¿por qué poner el foco de atención sobre España cuando otros países como Italia, Francia o Reino Unido también han vendido armas al dictador libio? ¿Por qué no se ha denunciado antes que muchas naciones han obtenido beneficios en el país norteafricano gracias a la venta de sistemas de armas? ¿Es que antes de que estallara el conflicto el régimen de Gadafi no cercenaba también los derechos humanos de su pueblo, aunque ahora se ponga de manifiesto de manera más evidente? ¿Por qué se hace referencia a España precisamente desde un medio de comunicación estadounidense, cuando Estados Unidos es el principal proveedor de armamento a nivel mundial?
Si es cierto que la empresa española Instalaza vendió armas a Gadafi que no contaban por entonces con el visto bueno internacional (había un Código de Conducta en la Unión Europea para no vender armas a países en los que no se respetasen los derechos humanos y ese mismo año, en 2008, se firmó la Convención de Oslo, sobre la que ya se debatía en el momento en que se pudo producir la venta por parte de Instalaza), el Gobierno de entonces (el mismo de ahora) habría cometido un acto de hipocresía, que no de ilegalidad, puesto que en el momento de la transacción (que debe contar con la aprobación gubernamental) todavía no se había ratificado el documento de Oslo.
Pero entonces no dijimos nada. Como tampoco hemos dado la difusión que merecía lo que ha ocurrido (y sigue ocurriendo) en Costa de Marfil. O a lo que ocurre en sitios olvidados como Darfur, en Sudán. Y otros tantos conflictos olvidados en los que también hay asesinatos y abusos contra la población civil. Llegados a este punto, no puedo, por menos, que recordar las palabras del escritor y maestro de periodistas (aunque algunos se hayan esforzado en denostarlo cuando ya no puede defenderse) Ryszard Kapuscinsky: "Una gran manada de trabajadores de medios se mueve, como un grupo, de un lugar a otro del mundo, creando una brutal centralización de la noticia. Para competir entre sí, los medios andan siempre en banda, como resultado de lo cual cada uno mira al otro y ninguno mira al mundo. De ahí que, si en el mundo ocurren varios acontecimientos a la vez, los medios sólo cubren un hecho: el que atrae a la manada". Creo que todos deberíamos reflexionar al respecto.
2 comentarios:
y si hubiesen sido ellos los que vendieron armas....no pasa nada!!!
quien entreno a Bin Laden....?
quien suministro armas a los Mujaidines...despues resulta que son radicales.....cuando ellos le dieron armas no lo eran..?
las armas que arrojaron en sus primeros ataques a Libia...?son legales...?
es un pais de hipocritas y clasistas...son ellos los que hundieron la economia con sus trapicheos y ahora son los que han salido mejor parados...
proxima parada...LIBIA Y IRAN,solo vqan detras de los recursosy el pueblo le importa nada...
como ha quedado Irak....destruido...hipotecado y ahora que se van les venden las armas para no llevarselas...
Si fueran solo esos ejemplos. Siempre se vuelven en contra de sus entrenadores, por que se dan cuenta que es el mismo pero, pero con distinto collar. Los de las bombas de racimo es una cusa más para arrojar mas tierra sobre el gobierno de Gadfi; lo misiles que fallan su blanco y caen en zonas residencias no son criticables,los que caen en hospitales, tampoco. HIPOCRESÍA
SALUDOS Y GARCIAS
Publicar un comentario