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domingo, 27 de noviembre de 2011

Japón desplegará Ingenieros Militares en Sudán del Sur



El anuncio del despliegue en dos fases de 500 efectivos del cuerpo de ingenieros militares nipones supone un paso más en la gradual pero inexorable "normalización militar" del Japón. Pese al modesto tamaño de dicho contingente, el paso es significativo porqué supone clavar una pica en una de las principales zonas productoras de petróleo en el Continente Negro, zona dominada hasta la fecha por China.

Un momento dulce para las Fuerzas Armadas japonesas. La decisión de Tokio aprovecha el momento dulce que viven sus Fuerzas Armadas, con niveles récord de apoyo público, fruto en parte de su intervención decisiva en apoyo de los damnificados de Fukushima. Tokio se dispone a enviar 200 efectivos en enero, en el marco de una operación de la ONU destinada a prestar ayuda humanitaria y contribuir a la construcción de infraestructuras en Sudán del Sur durante un periodo de cinco años. A este contingente se unirán otros 300 miembros de las Fuerzas de Autodefensa (SDF) en una fecha posterior.



Una vez en Sudán del Sur, las tropas japonesas se encargarán de construir y reparar diversas infraestructuras, destacando las carreteras y los puentes cercanos a la capital, Juba.

Tropas japonesas en África: entre la normalización y la diplomacia económica. Este despliegue, pese al modesto volumen de tropas, tiene una enorme trascendencia, y podría constituir un gran paso adelante a dos niveles. Por una parte, la decisión se enmarca en la ampliación gradual del ámbito de actuación de las SDF, mientras que a la vez se integra en el renovado énfasis en la diplomacia energética y de recursos con la que Japón parece estar reaccionando al embargo sobre tierras raras de septiembre del año pasado y al terremoto-tsunami de marzo del actual. Tokio confía en clavar una pica en una zona cuya industria del petróleo actualmente domina China.

En este sentido, la misión va más allá de la asistencia humanitaria, la cooperación contra los desastres naturales, la lucha contra la piratería, y el antiterrorismo, que han caracterizado hasta ahora la presencia exterior de las Fuerzas Armadas niponas. Esta vez se percibe tras la misma una persecución clara de un interés nacional de primer orden, lo que constituye en cierto modo una novedad y un paso más en la "normalización" de Japón como potencia.

En el patio trasero de Beijing. No hay motivos para pensar que la decisión japonesa esté dirigida en contra de ningún país en particular.Sin embargo, la fuerte presencia china en Sudán, y más en general en la industria del petróleo africana, hace que podamos imaginar que no habrá gustado nada en Beijing.

Aunque Tokio se esfuerce en presentar el despliegue en términos humanitarios y de contribución a las infraestructuras básicas, entre otros motivos para evitar elevar innecesariamente las tensiones con Beijing, y aunque éste opte por la discreción a la hora de comentar la jugada, es evidente que las autoridades japonesas están enviando un mensaje. Como ya demostró Japón hace unas semanas al proclamar sus intereses en el Mar del Sur de China y firmar un acuerdo de defensa con las Filipinas, la era de la inocencia se ha acabado.

El problema para Beijing no es solamente que Tokio vaya perdiendo los complejos, sino que lo haga en una región absolutamente vital para su política energética. De África subsahariana proviene buena parte del petróleo consumido por China, y Beijing se ha esforzado los últimos años en asegurarse la lealtad de la mayoría de los países productores, empleando una mezcla de créditos blandos, suministro de armas, apoyo político en Naciones Unidas, y construcción de infraestructuras, aderezado todo ello con un discurso atractivo sobre la cooperación sur-sur y la no interferencia. A cambio ha pedido tres cosas: petróleo, aislamiento diplomático de Taiwán, y apoyo político ante las críticas occidentales a las violaciones de derechos humanos.

Nuevas infraestructuras, e intereses conjuntos de Tokio y Juba. El surgimiento de un nuevo actor regional, Sudán del Sur, supone una gran incógnita para la industria del petróleo. La mayoría de los campos han quedado bajo el control de Juba, mientras que los oleoductos que los conectan a mar abierto, y por tanto a los países consumidores, permanecen en Sudán. Estos oleoductos fueron construidos y están controlados por China, por lo que Japón se siente vulnerable a un posible embargo o a que, en caso de crisis o de algún accidente o incidente que redujese el flujo de crudo, Sudán priorizase el suministro a China.

Juba tampoco se siente cómoda dependiendo de Jartum, aunque de hecho la dependencia es mutua, dado que de poco sirve tener oleoductos sin petróleo con que llenarlos.

A este sentimiento japonés de vulnerabilidad se une la necesidad de diversificar sus compras de petróleo, dado que actualmente el 82% proviene de Oriente Medio. Por ello, construir nuevos oleoductos que conectasen Sudán del Sur con el Océano Índico, atravesando Kenia, podrían permitir a Tokio ganarse el favor de las autoridades de Juba, y asegurarse una fuente de crudo libre de la alargada sombra de Beijing.

De hecho, Toyota Tsusho Corp ya ha propuesto la construcción de un oleoducto, que conectaría Juba con el puerto de Lamu (en Kenia), con una capacidad de 450.000 barriles diarios. La empresa japonesa invertiría 1.500 millones de dólares en la infraestructura, consiguiendo a cambio una concesión de 20 años.

Conclusiones: un pequeño paso que podría ser un aviso. El número de tropas que Tokio desplegará en Sudán del Sur es pequeño, y más allá de la infraestructura general civil aun no está claro si Japón acabará construyendo un oleoducto a través de Kenia. Sin embargo, se trata de un paso adelante que, junto con otros gestos, deja claro que, pese a su estancamiento económico, Japón continúa siendo una potencia a tener muy en cuenta. En definitiva, un motivo más de preocupación para China, que ve como otros países reaccionan poco a poco ante su agresiva diplomacia.

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